Es muy probable que todavía recuerdes el frigorífico de tus abuelos, el de toda la vida. Puede que incluso siga funcionando, en ciertas ocasiones, cuando necesitéis un extra de espacio. La duración ilimitada de los aparatos eléctricos y electrónicos ha pasado a la historia, pero todavía existe un debate sobre si la obsolescencia programada es cierta y, en ese caso, quién es el responsable.
La bombilla fue la culpable.
Entre 1920 y 1930 el uso de la bombilla se extendió rápidamente por los Estados Unidos. El invento de Edison había revolucionado la sociedad y existían centenares de fabricantes. Sin embargo, no todas estas fábricas eran rentables. Cada producto tenía una calidad, precio y duración diferente, y el flujo de consumo era bajo.
Por eso en 1924 algunos de los principales fabricantes fundaron en secreto el cártel Phoebus, una especie de monopolio mundial que sentó estándares de precio, calidad y duración máxima para las bombillas. Incluso penalizaban a los fabricantes cuyas bombillas duraban más de 1000 horas.
En la actualidad, la aparición de la iluminación LED, mucho más eficiente y duradera, ha desencadenado la práctica extinción de las bombillas incandescentes tradicionales.
¿Cómo afecta a los electrodomésticos?
En el caso de los electrodomésticos, es bien sabido que no duran eternamente. No se debe tanto a un “chip” que los autodestruye tras ciertos usos, como al hecho de que los materiales utilizados tienen una durabilidad determinada. Los componentes electrónicos quedan obsoletos, y las piezas de repuesto dejan de estar disponibles pasado un tiempo.
Cada vez somos más conscientes del impacto de retirar este tipo de aparatos, y de lo difícil que resulta reciclarlos.
Un reciente estudio de la OCU ha establecido una duración media para cada tipo de gran electrodoméstico. La frecuencia de uso, el correcto mantenimiento, las condiciones ambientales del mismo (humedad, frío, calor…) son factores que influyen en la vida útil de un electrodoméstico. También existen grandes diferencias entre modelos y marcas. Aun así, el electrodoméstico más longevo es el frigorífico, que dura de media unos 12 años. Para lavavajillas y secadoras la duración estimada es de 11 años y para lavadoras desciende hasta los 10 años.
Respecto a los pequeños electrodomésticos, la duración media oscila desde los 9 años para los microondas, hasta los 6 años de las planchas. En un punto medio se encuentran las aspiradoras, con una duración estimada de 8 años.
¿Y qué hay de la tecnología?
En este campo, además de la duración de baterías, en muchos casos irremplazables, debe tenerse en cuenta la disponibilidad de software compatible.
El principal problema con smartphones, tablets u ordenadores es la incompatibilidad con otros dispositivos modernos, en el momento en que dejan de existir actualizaciones de sistema operativo disponibles.
Además, aquí se suma la obsolescencia estética o por modas. Estos productos tienen un componente de lujo, más emocional, que nos hace desear el último modelo aunque el actual funcione perfectamente. Esto provoca en muchos casos que terminemos deshaciéndonos de nuestro dispositivo anterior mucho antes de lo necesario.
En conclusión, aunque la obsolescencia programada existe, podemos intentar consumir responsablemente y reducir la producción de residuos.
Y tú, ¿crees que la obsolescencia programada es un cuento chino? ¿Cuál es el electrodoméstico que más te ha durado?
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