IoT son las siglas en inglés para Internet of Things, o Internet de las Cosas. Hace referencia a la posibilidad de controlar a distancia cualquier dispositivo conectado a Internet.
Esto se aplica en casa, con electrodomésticos, alarmas de seguridad y controles de calefacción conectados a Internet. Pero también es muy útil en empresas y corporaciones. Desde la gestión de archivos o el control de maquinaria, e incluso la robotización de partes del proceso productivo, el Internet de las Cosas está cada vez más presente en nuestra vida diaria.
¿Cómo empezó todo?
Hace unos años que la domótica se repite en conversaciones, y lo que antes parecía cosa de ciencia ficción cada vez es más común. El coste de domotizar una casa ha bajado mucho. De hecho, una instalación domótica completa (seguridad, calefacción, iluminación…) puede suponer entre 2000 y 3000 euros. Si tenemos en cuenta el ahorro de energía y la comodidad que puede suponer, no parece un precio desorbitado.
De hecho, esta inversión equivale a un 1.5 o 2% del coste total de una instalación completa.
¿Qué papel juegan los asistentes de voz?
La irrupción en el mercado de asistentes de voz como Alexa, Google Home o Amazon Home ha facilitado mucho la adaptación de los hogares a este Internet de las cosas. No requieren instalación, y tan solo debemos tener en cuenta la conexión wifi al comprar aparatos para el hogar. Desde impresoras hasta frigoríficos, cafeteras o tostadoras, cada vez hay más opciones en el mercado.
¿Cómo vivir con el Internet de las cosas sin volvernos locos?
Pues poco a poco. No hay que obsesionarse. Si ya tienes una impresora wifi, ya sabes lo cómodo que es no tener todo el escritorio lleno de cables. Puedes dar un paso mas. Un termostato regulable para la calefacción, un aire acondicionado con wifi… Puedes invertir en pequeñas mejoras y aprender a usarlas paulatinamente, al ritmo de tus necesidades.
¿Está garantizada la privacidad?
Este es uno de los temas más peliagudos respecto al Internet de las Cosas. Aunque Amazon, Google y demás empresas con asistentes de voz juran y perjuran que no almacenan nuestros datos personales sino solo patrones de comportamiento, la sociedad es cada vez más consciente de que el mayor activo de estas empresas son los datos de clientes.
Cada vez existen más leyes que protegen al consumidor, pero la tecnología siempre va uno o dos pasos por delante de la Ley.
Es cierto que renunciamos a nuestra privacidad. Al menos hasta cierto punto. Pero… ¿no hemos renunciado ya, utilizando smartphones, pulseras de actividad o redes sociales?
La decisión sobre si queremos o no ceder información de conducta a estas empresas es individual.
Es el momento de poner en la balanza la comodidad y la privacidad y pensar hasta dónde estamos dispuestos a ceder. En cualquier caso, el futuro es ahora, y viene de la mano del Internet de las Cosas.
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